lunes, 10 de octubre de 2011

La Alberca - Ladrillar - 9 de octubre de 2011


Llegada al Pueblo de la Alberca desde donde
comenzaríamos nuestra ruta.


Las Hurdes, tierra de misterios.
                El domingo día 9 de octubre de 2011, hicimos un recorrido por las sierras de las Hurdes y de Francia, más concretamente partimos de la Alberca pueblo perteneciente a Salamanca, para llegar al paraje conocido como de los Puertitos, desde este punto ascendimos al pico del Rongiero (1.627 metros de altitud) cumbre más elevada de la comarca de las Hurdes. Para descender desde este al pueblo del Ladrillar perteneciente a Cáceres. El recorrido es maravilloso y lo que nuestros ojos pudieron contemplar en la majestuosidad de sus agrestes y salvajes paisajes, hicieron que nuestros espíritus se sintieran en comunión con tan maravillosa naturaleza. Pero antes de pasar a la exposición fotográfica tomada a lo largo del recorrido, permítanme como tengo por rigor que les relate alguna leyenda de esta comarca, pero antes de esto, estaría bien situarnos un poco en el espacio y en el tiempo en los que sucedieron estos y muchos otros acontecimientos misteriosos en éste inhóspito rincón de la España profunda. Hoy en día, los 600 kilómetros cuadrados que conformaron el “país hurdano”, territorio situado a caballo en la provincia de Cáceres y Salamanca, han dado un giro radical en todos los aspectos, siendo en la actualidad una de las zonas más bellas de España. Pero durante muchísimos años, esta zona fue considerada por muchos, (algunos que jamás llegaron a pisarla), como la representación más fiel del infierno en la tierra.

La primera referencia histórica de las Hurdes puede encontrarse siglo XVII en la obra “Curiosa Philosophiae” (”Curiosa filosofía”) del filósofo jesuita Juan Eusebio Nieremeberg, más conocido como el Padre Nieremberg. Éste describió Las Hurdes en los términos desoladores: “Existe en este reino un áspero valle infestado de demonios, un lugar que los pastores creen habitados por salvajes; gente ni vista ni oída, de lengua y usos distintos a los nuestros. Son hombres y mujeres que andan desnudos pensando ser solos en la tierra”.

Las Hurdes es uno de esos lugares tocado por lo misterioso que forma parte de aquellos que amamos tanto la naturaleza como la cultura de lo sobrenatural. Un lugar tan bello como desconocido, no tiene nada que envidiar a ningún bello lugar del mundo. Multitud de historias de apariciones marianas, extraños seres y encuentros con luminarias extrañas son las leyendas que nutren esta tierra con su maravilloso esplendor. No es de extrañar tampoco que muchas de estas leyendas se hayan desvirtuado con el largo paso de los años y ya quede solo un vestigio de lo que pudiera pasar en realidad en estas historias. Pero ni que decir tiene que este simple hecho en nada emborrona la maravillosidad de la cultura hurdana.
Os invito a conocer un par de historias de las muchas que existen en esta montañosa comarca de las Hurdes. La primera de estas es la que lleva por título:

El duende de Ladrillar.

Últimos días de febrero de 1907, El Ladrillar, pequeña aldea ubicada en lo más profundo de las Hurdes extremeñas. Al caer la noche, unos gritos guturales resuenan por las callejuelas empedradas. La gente corre a encerrarse en sus casas y tan apenas unos pocos se atreven a observar tras los empañados cristales, como un extraño y pequeño ser de extremidades cortas y cabeza desproporcionada, se pasea sin rubor flotando en el aire por las afueras del pueblo, acompañado por dos pequeñas luminarias.

Hasta hace unas décadas, los testimonios de los ancianos que vivieron los acontecimientos de aquellos 26,27 y 28 de febrero, respaldaban con gran exactitud los legajos con el testimonio del párroco, que se conservan todavía en el Archivo Episcopal de Cáceres. También se conserva el acta de defunción de la pequeña María Encarnación Martín, que señala que el óbito se había producido por causas absolutamente desconocidas, y que cayó fulminada ante el fulgor de una de las luminarias que acompañaban al que, desde entonces, se conoce como “el duende de Ladrillar”.

El duende apareció un día sin aviso previo, en las cercanías del cementerio de la pedanía y lo volvió a hacer durante los dos días posteriores para desaparecer sin dejar huella y no volver jamás. Según Isaac Gutiérrez, “el duende vestía ropajes ceñidos y oscuros enfundados en un menudo cuerpo, la cabeza era desproporcionada por lo grande, y las extremidades cortas”.

Serafina Bejarano Rubio, que vivió aquellos sucesos cuando tenía 9 años, lo relataba del siguiente modo: “Yo tendría nueve años. Y todo lo recuerdo perfectamente como si hubiera pasado hoy. Fueron tres días los que se apareció aquel “tío”. Venía volando, a no mucha altura y perseguido de dos luminarias redonditas y fuertes. Casi nunca hacía ruido, pero a veces gritaba…, era como un “uuuua, uuuuua” que nos ponía de miedo. La gente se arrejuntaba en aquella placilla de abajo y veíamos cómo aquel demonio flotaba hasta esa arboleda de ahí enfrente. Uno de los días llegó a aposarse muy cerca del cementerio. Daba como un “rivoloteo en el aire” y volvía otra vez para una casa de allí. Estábamos muy asustados… todos le teníamos miedo. Luego hubo un día que no volvió más y por eso se quedó lo del duende. Dicen que el cura lo expulsó, que llegó a pelearse con él. Pero eso ya no lo sé. Iba vestido de negro y era chiquito, chiquito… parecido igual a un mono. Yo tenía nueve años… pero nunca podré olvidarlo”.

En otro momento, según cuentan las actas, una de las luminarias que acompañaban al llamado duende sobrevoló a un grupo de chiquillos entre los que se encontraba la misma Serafina Bejarano. El párroco siguió la escena desde el pórtico de la iglesia y observó, al igual que multitud de asustados vecinos, cómo una jovencita de tan sólo cinco años caía al suelo de modo fulminante. La pequeña María Encarnación moría días después del suceso, el 2 de marzo, sin que nada se pudiese hacer por salvarla y sin una causa concreta o conocida para su muerte.

                La siguiente trata sobre las Jáncanas y dice así:
En el valle del río ladrillar, junto al pueblo de Ladrillar, las Jáncanas suelen salir cada cien años. En el sitio de Los Juntanos, que pertenece al término de Ladrillar, se apareció una vez a un hombre una Jáncana encantada, con forma de culebra. La Jáncana tenía puesta una tienda, y le pidió al hombre que la desencantara. Para ello, el hombre debería permitir que la culebra se enroscase hasta por tres veces en derredor de su cuerpo. Cuando estuviera bien enroscada, el hombre le escupiría tres veces. En ese mismo instante, la Jáncana le haría la pregunta del ritual. Dicho y hecho. Pero he aquí que cuando la Jáncana le preguntó "¿Qué es lo que quieres de mis cosas?", el hombre respondió: "Las tijeras." Entonces, la Jáncana se enfureció y se lanzó detrás del hombre, con las tijeras en la mano, al objeto de matarle. Iba gritando por los montes: "¡Desgraciado, que otros cien años a vivir bajo tierra me has condenado! ¿Por qué no dijiste todas las alhajas de la cueva y a mí la primera...?". Y el hombre se escapó, librándose de una muerte segura.


            Y ahora después de estos dos relatos, los que espero que hayan sido de su agrado, permítanme que les exponga las instantáneas tomadas a lo largo del recorrido, espero que al igual que los relatos estas les complazcan.


Caminando y al fondo la Peña de Francia
(1.724 metros).

Llegada al paraje conocido como los Puertitos.

A algunos ya le sobraba la ropa.


Panorámica del Rongiero de fondo.

Alberto y Jorge con el Rongiero de fondo.

Chozo.

Interior del chozo.

Una del Grupo.

Panorámica de sierras.

  Otra del Chozo.

En fila de a uno camino del Rongiero.

Comienza la subida al Rongiero.

Subiendo entre brezos y de fondo
la Mesa del Francés (1.638 m)

Seguimos ascendiendo.

Encaramados en las peñas.

Este las estaba acabando de subir.

Caminando hacia la pedrera del Rongiero.

El personal dejando atrás el camino de ascensión,
con la Peña de Francia de fondo y
a la izquierda de esta la Mesa del Francés.

Panorámica del valle de las Batuecas.

El amigo Carlos.

Divisando el paisaje.

Ascendiendo la pedrera.

También ya quedan atrás las Peñas de Mingorro.

Cima del Rongiero (1.627 m).

Escribiendo algo, para dejarlo
en el buzón montañero de la cima del Rongiero.

Comiendo unas chuches.

Panorámica de las Hurdes donde se divisa
el pueblo de Nuñomoral.

Descendiendo del Rongiero.

Otra del descenso.

Otra más del descenso, llegando al pico
de la Granjera y el Raigal de fondo.

En el fondo del valle, está el pueblo de Ladrillar.

Descendiendo hacia este.

Pedro, el recolector de fósiles.

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