miércoles, 2 de noviembre de 2011

Ruta por Valcorchero - 29-10-2011


Esperando para comenzar en la puerta de los Pinos.

El sábado día 29 de Octubre de 2011, el club Valcorchero realizo una ruta guiada a petición de la Universidad Popular de Plasencia, por el bonito paraje de Valcorchero. Se transito por el Camino Viejo, Cañería del agua y umbría de Valcorchero. La satisfacción de las personas que acudieron al evento fue total, de lo cual los miembros del club que acudimos quedamos más que contentos. Espero también que ustedes al contemplar las instantáneas que tome, queden de igual manera satisfechos con ellas. Pero antes de exponerles dichas fotografías, déjenme que les relate una interesante leyenda de la muy Leal y Noble Ciudad de Plasencia. Dice así:
El Hombre Volador.
El hecho que vamos a recordar ocurrió en Plasencia, es aquella extraordinaria y estupenda historia del hombre volador, tan difícil de creer, pero de la que atestiguan doctores tan sabios como el P. Juan Luis de Cerda, en su edición comentada de Virgilio:

Si se hace ciertamente duro de admitir que pudiera un hombre volar como si fuera un ave, escapando así de la prisión que lo encerraba y pasando sobre la cabeza de los atónitos placentinos, quienes veían y no daban crédito a sus ojos, ¿cómo no hemos de admitir lo que confiesa un doctor Padre de la Compañía, sin pecar de atrevidamente temerario, y tal vez de irreverente?.
Aún subirá vuestra admiración de punto, si os declaro que quien así escapaba de la cárcel, era nada menos que el autor de las maravillosas tallas del coro de la catedral placentina. Pero procedamos por orden, y comencemos, para que no haya dudas, con lo que dicho Padre La Cerda, declara en su eruditísimo comentario latino, cuando anotando un verso del libro VI del La Eneida, aquel que dice ausus se credere coelo, escribe: (traducido)
En la Plasencia española, cierto sujeto se evadió de la cárcel, temeroso, como acontece, del brazo secular de la justicia.
Como quisiera evadirse, adaptó a sus hombros unas alas, y se lanzó al cielo desde la punta de la torre; atravesó volando toda la ciudad y cayó lejos de las murallas, fatigado por el mucho meneo del cuerpo. Todavía hoy se muestra el lugar de su caída. De este hecho fueron testigos los ojos de los placentinos que vieron al hombre volador...
Que hubo arte diabólica es cosa que ni se duda, mayormente si sabemos que el prisionero volante, no era otro que el artífice del estupendo coro de la catedral. De su diablesca inclinación, hartas pruebas había dado ya al labrar la sillería: ¿cómo sin estar bajo el dominio del maligno, se puede tener una habilidad tal, sumada a la irreverentísima indecencia y obscenidad desvergonzada, de tantas de sus misericordias?.
Harto probó allí su filiación diabólica, para que necesitáramos de vuelos u otros embelecos que acreditaran su connivencia con el infierno.

El que da cuenta de la cosa con gran copia de detalles y datos, y no es para menos, teniendo en cuenta la proclividad al materialismo y a la incredulidad de su siglo, es el ilustrísimo don Antonio Ponz, quien al comentar la VI carta del tomo VII de su Viaje de España dice:

... lo que creemos fabuloso en Dédalo, fue un hecho verdadero sucedido en Plasencia. Voló un hombre y voló un gran trecho. Es opinión que tal avechucho fue el que hizo la sillería del coro de la catedral... Atravesó trepando por los vientos toda la ciudad, desde el castillo a la que llaman la dehesa de los caballos, medio cuarto de legua de Plasencia...
Convido muy de veras a mis oyentes, para que lean allí la explicación de su prisión y otros pormenores. Mas como bien me sé que mi siglo, es también un tanto materialista e incrédulo, y busca la causa eficiente y científica de todas las cosas, véome aún obligado a transcribir un párrafo más del citado autor y procedencia, que nos irá dando la clave de cómo fue posible tal prodigio:
...el Dédalo placentino para escapar determinó dos cosas, comer poco para adelgazarse, y que todo su alimento fuese de aves, las que mandaba llevar con plumas, hasta que juntó gran porción. Pesaba... la carne de las aves peladas, y luego sus plumas, y sacaba por computo fijo que para sostener dos libras de carne eran necesario cuatro onzas de plumas. Averiguada dicha proporción, sacó por consecuencia, que tantas libras, o arrobas que él pesaba, necesitaba tantas onzas o libras de plumas para mantenerse en el aire, y juntándolas las pegó con cierto engrudo a los pies, cabeza, brazos y a todas las demás partes de su cuerpo, dejando hechas dos alas para llevarlas en las manos, y remar con ellas: así se arrojo este emplumado al viento, y después del trecho referido se precipitó, haciéndose pedazos.



Entrando en Valcorchero por el camino Viejo.

  Caminado por él.

Otra más.

Santuario de la Canchalera “nombre por el
que también es conocida la Virgen del Puerto”.
Transitando por la antigua conducción de agua
de Plasencia, a su paso por el paraje
de Valcorchero.
En esta imagen se puede observar la construcción
por donde discurría antiguamente el agua.
“Hoy en día la gente”.

Más cañería.

Muro de la conducción del agua.

Pasando sobre él.

Otro de los tramos, este con el
Santuario de la Virgen del Puerto de fondo.

Siguiente paso y al fondo Plasencia.

Otra más.

Clase teórica sobre la cerámica de
la conducción del agua.

Parada para reagruparnos.

Una de las fuentes que podemos encontrar
en Valcorchero.

Panorámica del Embalse del Jerte.

Ascendiendo hacia el puerto de la Moratilla.

Él pueblo de Oliva de Plasencia.

Caminando ahora por la umbría de Valcorchero.

Panorámica de la llanura del Alagón.

Contraste de luces.

Uno puede observar durante toda una vida la dehesa,
y jamás se cansara de hacerlo.

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