lunes, 14 de noviembre de 2011

Ruta de Alfonso Onceno - 13-11-2011


 Preparándonos para comenzar en el
pueblo de Navezuela.




El domingo día 13 de noviembre de 2011, hicimos una ruta por uno de los muchos agrestes y recios parajes que se enclavan en nuestra querida tierra extremeña. En concreto por la bella comarca de las Sierras de las Villuercas.  Partiendo de la localidad de Navezuela llegamos a Guadalupe, recorriendo el antiguo camino  que une estas dos localidades, y que se le conoce por el nombre de la Ruta de Alfonso Onceno. Esta es una ruta de por sí ya bonita en paisajes y afloramientos pétreos, pero si a esto le sumamos la estacionalidad en este caso el otoño, lo que nuestros ojos verán será un verdadero espectáculo de la naturaleza. Por lo que el caminante encontrara un mundo de paz y de sosiego al adentrarse por estos terrenos que conforman parte de las Villuercas. Para que ustedes puedan observar algo de lo que vimos, más adelante les expondré algunas de las fotografías que fui tomando a lo largo del recorrido. Pero antes déjenme que como acostumbro, les relate una bonita leyenda que se cuenta por esta comarca en concreto, la cual lleva por título El Toro de Oro y, dice lo siguiente:


El Toro de Oro

No situamos en los años de la reconquista española, a finales del siglo XII, Cabañas del Castillo tenía un importante castillo construido por los musulmanes que estos todavía ocupaban.

Desde el norte, las tropas de los leoneses y castellanos avanzaban lenta pero continuadamente conquistando nuevamente las tierras perdidas siglos atrás.

En el castillo había un escultor que siempre había trabajado en las reparaciones y mejoras del castillo, este tenía un hermano mayor, un capitán al que todos tenían respeto, un día, el capitán apareció en el castillo portando un saco repleto de pequeñas piezas de oro que una vez fueron hermosas creaciones forjadas por los cristianos y este se lo regaló a su única mujer. Pocos días después, las noticias del acercamiento de los cristianos eran muy constantes con lo que el capitán y varios hombres fueron llamados a la lucha para defender otras posiciones en el norte, pasó casi un mes y no dieron señales de vida, el escultor supuso que algo les había sucedido ya que nunca habían tardado tanto en volver. Entonces, la mujer del capitán presintió que había muerto, está llena de rabia, le dio el saco con el oro al escultor para que honrase su memoria con una escultura, y este, aun creyendo que todavía seguía vivo y que pronto volvería, decidió honrarlo por ella, con lo que crearía un toro, que representaría la fuerza y bravura de su hermano. Para ello trabajó incansablemente creando un molde suficientemente grande para que se pudiese usar todo el oro, al finalizarlo fue a la fragua y fundió el metal, consiguientemente lo vertió en el molde y lo dejó enfriar. Durante varios días estuvo dando retoques hasta que finalmente lo terminó y este se lo dio a la mujer de su hermano que todavía seguía esperando a su marido, observando incansablemente desde el punto más alto del castillo hacia la infinita llanura.



Pasaron varias semanas más hasta que un día, un jinete llegó al galope al castillo y este mandó un mensaje a todos los habitantes. La noticia era que los cristianos estaban a uno o dos días de distancia, venían del norte entre las sierras, justo por la zona de Guadalupe y había que defender la posición. En un momento de desesperación, la mujer del capitán se le acercó rápidamente y le preguntó por su esposo, este reconoció de quien le estaba hablando, y triste, le dijo que le vio morir luchando noblemente, con lo que la mujer se arrodilló en el suelo llorando de rabia y pena.



Comenzaron a organizar los preparativos, unos pocos soldados se quedaron y los civiles salieron del castillo con sus pertenencias hacia el sur, entre ellos iban el escultor y la mujer de su hermano que abrazaba fuertemente el pesado Toro de Oro, fueron por el camino que va hacia el río Almonte, pasando al lado de las Apreturas donde actualmente se alza el puente, cuando cruzaron el río, después de un kilometro de distancia recorrido, escucharon el estruendo del avance de cientos de caballos aproximándose desde Retamosa, estos eran los cristianos que venían de dos frentes y se acercaban al castillo por el mismo camino por el que ellos pasaban.



Su respuesta fue rápida, subirse a lo alto de la sierra y esconderse entre las malezas, donde pasaron la noche.

En esa misma noche había casi luna llena y podían distinguirse las figuras de los hombres a caballo y a pie de los cristianos, el escultor y la mujer de su hermano decidieron enterrar allí el toro para que no cayese en manos cristianas y destruyesen su obra. Se alejaron del grupo y subieron lo más alto que pudieron, con una pala el escultor cavó un agujero en el que introdujeron el toro, al enterrarlo, ella se echó a llorar, el escultor la abrazó para consolarla, entonces, ocurrió un milagro… entre ellos nació el amor y estuvieron juntos hasta que amaneció.



Al amanecer, se incorporaron a su grupo y al desplazarse fueron divisados por los cristianos, los cuales capturaron a los hombres y dejaron marchar a las mujeres, niños y ancianos. El escultor fue hecho prisionero y vio la toma del castillo por parte de los cristianos, pasó muchos años en una celda en la que contó historias a los suyos del tesoro que enterró. El murió, la mujer de su hermano regresó al continente africano con un niño entre sus brazos, fruto del romance de aquella noche, y nunca más se supo de ella, aun así, su historia pasó de boca en boca, primero entre los musulmanes y luego entre los lugareños cristianos y así comenzó la leyenda del Toro de Oro...



No se sabe si lo llegaron a encontrar, aún se cree que sigue enterrado ahí, en algún lugar de lo alto de la sierra.



Empezamos la caminata.

Caminando ya por la vieja senda.

Panorámica de la Sierra del Local.

Parada en el collado de la Pariera.

Cartel indicativo.

En primer término de la imagen el
espinazo de la Sierra de la Tejadilla.
Panorámica de sucesiones de sierras.

Otra más.

Parte del grupo.
Adentrándonos en el bosque.
Más gentes del grupo.
Panorámica de contrastes.
Al fondo de esta imagen la Sierra  de los Ibores.
La gente tomando instantáneas.
Descendiendo hacia el río Viejas.
Caminando entre viejos robles.
Panorámica.
  Reponiendo fuerzas.

Panorámica otoñal.
Otra más.
Viejos robles.

Y otra.

Pico Villuerca (1.601 metros)
con su centro de Transmisiones.
Pozo de la nieve.
Reunión en el pozo de la nieve.
Otra del pico Villuerca.
Cartel informativo.
Paraje de los Hovicios.
Caminando hacia Guadalupe.

  Algunos no se sientan. ¡Seeee… Tiran!

La escoba del grupo.

Ermita del Humilladero.
Macro lepiota.

La Villa de Guadalupe.

Esta tarántula nos recibió al entrar en la Villa.
Después del bonito paseo, bien entran unas cervezas.

Fachada principal del Monasterio de Guadalupe.

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